¿Qué significa PERDONAR en estos días donde muchas personas nos demuestran haber perdido el respeto por los derechos y, POR LA VIDA, de los demás?
En estos días recientes, en los cuales hemos escuchado arrestos y condenas judiciales por asesinatos caóticos e impensables, por pornografía sexual infantil, y por abusos sexuales, hemos escuchado mucho la palabra PERDÓN. En mi caso, cada vez que escucho esa palabra, me pregunto qué significará para esa persona el PERDÓN, cuando cometió un crimen tan atroz, y al momento de apresarlo o enjuiciarlo, con tanta candidez, suelta un "perdón". Y más allá de la credibilidad que les debemos dar o no, tenemos que preguntarnos, ¿qué significa "perdón" para esa gente que manifiesta una conducta tan desviada? ¿Acaso el "perdón" tiene niveles, según el daño causado? ¿Se puede pedir perdón sintiéndolo desde el corazón, o escupiéndolo de una boca dañada, solo por decir algo y pretender que se le asigne la misma credibilidad? ¿Y nosotros, quienes no tenemos estudios en conducta personal y/o psicológica, tenemos la capacidad de discernir los distintos tipos de perdón que escuchamos?
Dicen los expertos y los que no sabemos mucho, intuimos, que vivimos rodeados de ciudadanos, quienes pueden ser nuestras familias, parejas, amigos o vecinos, o nosotros mismos, que están o estamos enfermos mentalmente. Y se dice en broma, pero con grandes implicaciones serias, que “hay más locos afuera que adentro”, en referencia a que son más los que no se tratan su enfermedad, que los que si lo hacen, y se medican, y son productivos. Y me pregunto y me contesto que este tipo de “crimen perdonado” tiene su génesis y se desencadena, en gran medida, por gente enferma mentalmente.
Todo esto nos ocurre a nosotros, quienes vivimos en un país democrático, donde agraciadamente se nos conceden, como ciudadanos, unos derechos constitucionales que el Estado nos tiene que garantizar. Entre estos derechos, sabemos que apreciamos el derecho a la intimidad, el de expresión, el de asociación y un derecho que se proclama como FUNDAMENTAL que es EL DERECHO A LA VIDA. Y en nuestra cara, cualquiera nos violan nuestra intimidad, nos calla nuestros pensamientos, se nos impide reunirnos con quienes queramos por miedo a represalias en nuestro trabajo, o por evitarnos problemas familiares o con nuestra pareja, y para colmo, estamos expuestos a que cualquier incapacitado mental o sinvergüenza NOS QUITE LA VIDA.
Por eso, creo que el Gobierno tiene que garantizarles a sus ciudadanos más contundentemente los derechos constitucionales que poseen. Por eso, me pregunto si ha llegado el momento de conciliar todos estos derechos, y articular esfuerzos para que realmente el Pueblo no viva con derechos concedidos, si no, GARANTIZADOS.
¿Acaso no debemos comenzar a discutir la obligación del Gobierno de imponerles a todos los ciudadanos la OBLIGACIÓN de realizarse pruebas psicológicas cada 3 años? Si por ley, tenemos que vacunarnos para evitar contagios que lleguen a pandemias y por salubridad se nos impone un modo de actuar, y para obtener un empleo tenemos que conseguir un certificado negativo de antecedentes penales, entiendo que ha llegado el momento de que el Gobierno se active y le garantice a su Pueblo que se puede convivir con los enfermos mentales que hoy día, hacen daños a sus conciudadanos. Por eso, ha llegado el momento de declarar un ESTADO DE EMERGENCIA PARA LA PROTECCIÓN DE LA SALUD MENTAL, de manera que todos y todas podamos vivir con más tranquilidad, pues sabemos que tenemos que someternos a pruebas psicológicas para demostrar un nivel de convivencia adecuado, y quienes demuestren tener disfunciones en su salud mental, se les IMPONGA la obligación de tratarse y monitorearse de tiempo en tiempo, para poder convivir.
¿Mi idea parece radical o invasiva? Quizás sí. Podría considerarse hasta LOCA y hasta antidemocrática. Pero los tiempos que vivimos, merecen atenderse de forma radical e invasiva, y hasta con un poco de LOCURA “de la buena”, aquella que se basa en mirar “fuera de la caja” y hacer cosa diferentes para tener resultados diferentes, pues sino, lo que nos depara el futuro será radicalmente más decadente.
En estos días recientes, en los cuales hemos escuchado arrestos y condenas judiciales por asesinatos caóticos e impensables, por pornografía sexual infantil, y por abusos sexuales, hemos escuchado mucho la palabra PERDÓN. En mi caso, cada vez que escucho esa palabra, me pregunto qué significará para esa persona el PERDÓN, cuando cometió un crimen tan atroz, y al momento de apresarlo o enjuiciarlo, con tanta candidez, suelta un "perdón". Y más allá de la credibilidad que les debemos dar o no, tenemos que preguntarnos, ¿qué significa "perdón" para esa gente que manifiesta una conducta tan desviada? ¿Acaso el "perdón" tiene niveles, según el daño causado? ¿Se puede pedir perdón sintiéndolo desde el corazón, o escupiéndolo de una boca dañada, solo por decir algo y pretender que se le asigne la misma credibilidad? ¿Y nosotros, quienes no tenemos estudios en conducta personal y/o psicológica, tenemos la capacidad de discernir los distintos tipos de perdón que escuchamos?
Dicen los expertos y los que no sabemos mucho, intuimos, que vivimos rodeados de ciudadanos, quienes pueden ser nuestras familias, parejas, amigos o vecinos, o nosotros mismos, que están o estamos enfermos mentalmente. Y se dice en broma, pero con grandes implicaciones serias, que “hay más locos afuera que adentro”, en referencia a que son más los que no se tratan su enfermedad, que los que si lo hacen, y se medican, y son productivos. Y me pregunto y me contesto que este tipo de “crimen perdonado” tiene su génesis y se desencadena, en gran medida, por gente enferma mentalmente.
Todo esto nos ocurre a nosotros, quienes vivimos en un país democrático, donde agraciadamente se nos conceden, como ciudadanos, unos derechos constitucionales que el Estado nos tiene que garantizar. Entre estos derechos, sabemos que apreciamos el derecho a la intimidad, el de expresión, el de asociación y un derecho que se proclama como FUNDAMENTAL que es EL DERECHO A LA VIDA. Y en nuestra cara, cualquiera nos violan nuestra intimidad, nos calla nuestros pensamientos, se nos impide reunirnos con quienes queramos por miedo a represalias en nuestro trabajo, o por evitarnos problemas familiares o con nuestra pareja, y para colmo, estamos expuestos a que cualquier incapacitado mental o sinvergüenza NOS QUITE LA VIDA.
Por eso, creo que el Gobierno tiene que garantizarles a sus ciudadanos más contundentemente los derechos constitucionales que poseen. Por eso, me pregunto si ha llegado el momento de conciliar todos estos derechos, y articular esfuerzos para que realmente el Pueblo no viva con derechos concedidos, si no, GARANTIZADOS.
¿Acaso no debemos comenzar a discutir la obligación del Gobierno de imponerles a todos los ciudadanos la OBLIGACIÓN de realizarse pruebas psicológicas cada 3 años? Si por ley, tenemos que vacunarnos para evitar contagios que lleguen a pandemias y por salubridad se nos impone un modo de actuar, y para obtener un empleo tenemos que conseguir un certificado negativo de antecedentes penales, entiendo que ha llegado el momento de que el Gobierno se active y le garantice a su Pueblo que se puede convivir con los enfermos mentales que hoy día, hacen daños a sus conciudadanos. Por eso, ha llegado el momento de declarar un ESTADO DE EMERGENCIA PARA LA PROTECCIÓN DE LA SALUD MENTAL, de manera que todos y todas podamos vivir con más tranquilidad, pues sabemos que tenemos que someternos a pruebas psicológicas para demostrar un nivel de convivencia adecuado, y quienes demuestren tener disfunciones en su salud mental, se les IMPONGA la obligación de tratarse y monitorearse de tiempo en tiempo, para poder convivir.
¿Mi idea parece radical o invasiva? Quizás sí. Podría considerarse hasta LOCA y hasta antidemocrática. Pero los tiempos que vivimos, merecen atenderse de forma radical e invasiva, y hasta con un poco de LOCURA “de la buena”, aquella que se basa en mirar “fuera de la caja” y hacer cosa diferentes para tener resultados diferentes, pues sino, lo que nos depara el futuro será radicalmente más decadente.