"¿Míster, usted sabe de esos jueguitos que tienen unos casets pequeños?", me dijo, acercándose a la bomba, en su bicicleta, mientras yo echaba gasolina, y me intentó explicar con sus manos el tipo de juego electrónico.
"Desconozco amigo, y no me intentes explicar, pues, no tengo muchachos, y no estoy al día en eso de los juegos...", queriendo cortarle, le afirmé, tajante, pero, sin tratarle mal.
"Debí imaginarlo...", me dijo mirando mi guagua, y pensativo continuó su conversación, "...quien tiene un maquinón así, no puede tener muchachos; ni uno. ¡Imagínese, pampers, escuelas, comida, gastan mucho... tendría un toyotita!", concluyó, como cualquier economista experimentado.
"Así es... ¡Quizá!", le dije.
"¿Paga mucho, verdad?", confrontándome con mis asuntos mensuales. "¿No se tomaría conmigo un maví? Ahí, los hacen bien buenos...", me dejó caer, mientras me señalaba un kiosko típico.
"¿Maví? ¡Eso emborracha, muchacho!", ya queriendo sacármelo de encima, le respondí, mientras, el tanque vacío, no se acababa de llenar.
"Mere, Míster, debería probarlo, y me compra uno. Sucede que el maví es un antioxidante y limpia la sangre. Es bueno para uno. ¡Y con este calor...!", me instruyó, como quien intenta vender un producto.
"Vamos a hacer algo. Yo no quiero maví, pero, deja que esto se llene y yo termine aquí, y verifico si tengo $1, y te lo doy y tú compras tu maví...", le dije.
"Me parece bien...", me respondió.
Y yo: 🙄😳
Termino, consigo el dólar, se lo di, y nos despedimos.
Me pareció que tuve una buena conversación que debí nutrir, pero, ya había dejado pasar la oportunidad.
Olvidé preguntarle su nombre. Parecía un buen muchacho. Casi de mi edad. Obviamente, carente de mis oportunidades. Pero, le percibí potencial. ¡Tenía carisma! Dios permita y le ponga mejores seres humanos que yo; que le ayuden con más de $1, y lo escuchen con detenimiento. Tiene ideas y conoce.
Mientras salía del garaje, lo vi; ¡estaba comprando su maví!
"Desconozco amigo, y no me intentes explicar, pues, no tengo muchachos, y no estoy al día en eso de los juegos...", queriendo cortarle, le afirmé, tajante, pero, sin tratarle mal.
"Debí imaginarlo...", me dijo mirando mi guagua, y pensativo continuó su conversación, "...quien tiene un maquinón así, no puede tener muchachos; ni uno. ¡Imagínese, pampers, escuelas, comida, gastan mucho... tendría un toyotita!", concluyó, como cualquier economista experimentado.
"Así es... ¡Quizá!", le dije.
"¿Paga mucho, verdad?", confrontándome con mis asuntos mensuales. "¿No se tomaría conmigo un maví? Ahí, los hacen bien buenos...", me dejó caer, mientras me señalaba un kiosko típico.
"¿Maví? ¡Eso emborracha, muchacho!", ya queriendo sacármelo de encima, le respondí, mientras, el tanque vacío, no se acababa de llenar.
"Mere, Míster, debería probarlo, y me compra uno. Sucede que el maví es un antioxidante y limpia la sangre. Es bueno para uno. ¡Y con este calor...!", me instruyó, como quien intenta vender un producto.
"Vamos a hacer algo. Yo no quiero maví, pero, deja que esto se llene y yo termine aquí, y verifico si tengo $1, y te lo doy y tú compras tu maví...", le dije.
"Me parece bien...", me respondió.
Y yo: 🙄😳
Termino, consigo el dólar, se lo di, y nos despedimos.
Me pareció que tuve una buena conversación que debí nutrir, pero, ya había dejado pasar la oportunidad.
Olvidé preguntarle su nombre. Parecía un buen muchacho. Casi de mi edad. Obviamente, carente de mis oportunidades. Pero, le percibí potencial. ¡Tenía carisma! Dios permita y le ponga mejores seres humanos que yo; que le ayuden con más de $1, y lo escuchen con detenimiento. Tiene ideas y conoce.
Mientras salía del garaje, lo vi; ¡estaba comprando su maví!