Él, al verme, se acercó y me dijo: "¿no se por qué haces eso?; nadie te lo va a pagar". Le respondí que no esperaba nada a cambio, más allá de que todos pudiéramos convivir en un mejor lugar. Lució desconcertado por mi respuesta; más me pareció que no estaba acostumbrado a ayudar o a recibir ayuda.
Hoy, algunos 2 meses después, se me volvió a acercar, y traía en sus manos una negra bolsa. Me dijo: "gracias por lo que haces, yo no puedo ayudarte, pues, no estoy bien de salud -recupero de unas radioterapias que me dieron para combatir un cáncer de próstata, y me bajó la hemoglobina-, pero, toma esta bolsa, y si necesitas otra extensión o conectar esa en mi casa, dímelo. He visto personas hincarse con esas matas, y ya no se puede usar esa acera. ¡Es terrible! ¡Agradezco lo qué haces!, concluyó esperanzado, mientras retrocedió ante mi pedido, luego de agradecerle su gesto. "¡Cuidado con una piedra, voy a seguir!", le advertí.
Él, mi vecino, un hombre de algunas 6 décadas, que no es muy gregario, y posee una mirada y cierta actitud orgullosa, hoy, hablaba conmigo. ¡Algo lo unía! Parecía convencerse de que hay que ayudar sin esperar nada a cambio y que vivir en comunidad nos impone la responsabilidad de ayudarnos unos a otros. Su mirada, era más elocuente que él, pues, me dijo más que lo que verbalizó. Me hizo sentir como si yo fuera quien le estaba dando una lección, con mi sudor, por el fuerte sol de las 11.
Seguí podando la yerba de las aceras de las 2 casas contiguas a la mía, y picando las muchas ramas que, con el tiempo, han ido creciendo y han impedido el uso de esas aceras. Sobre todo, frente a la segunda casa, pues, sus ancianos dueños murieron hace algunos 6 meses, y sus herederos no cuidan la propiedad.
Seguí cortando las ramas de unas hermosas trinitarias, y de reojo observaba al vecino, quien, desde su balcón seguía mirándome. ¡Parecía que hoy quería ayudar! Total, lo había hecho: me conectó mi extensión a su electricidad y su mirada me daba esperanza, pues, sentí que la conducta futura de ese hombre será de ayuda a alguien más. Miré la yerba de su acera y, la vi diferente, pues, siempre la mantiene bonita. Recordé su enfermedad, y, crucé, y en 5 minutos se la pode.
Volvió a salir y me dijo: "tú eres diferente, ¡estoy en deuda!"
"No me debe nada, por favor. ¡Recupérese!", le dije al irme.
¿Realmente, habrá entendido de lo que se trata?
Hoy, algunos 2 meses después, se me volvió a acercar, y traía en sus manos una negra bolsa. Me dijo: "gracias por lo que haces, yo no puedo ayudarte, pues, no estoy bien de salud -recupero de unas radioterapias que me dieron para combatir un cáncer de próstata, y me bajó la hemoglobina-, pero, toma esta bolsa, y si necesitas otra extensión o conectar esa en mi casa, dímelo. He visto personas hincarse con esas matas, y ya no se puede usar esa acera. ¡Es terrible! ¡Agradezco lo qué haces!, concluyó esperanzado, mientras retrocedió ante mi pedido, luego de agradecerle su gesto. "¡Cuidado con una piedra, voy a seguir!", le advertí.
Él, mi vecino, un hombre de algunas 6 décadas, que no es muy gregario, y posee una mirada y cierta actitud orgullosa, hoy, hablaba conmigo. ¡Algo lo unía! Parecía convencerse de que hay que ayudar sin esperar nada a cambio y que vivir en comunidad nos impone la responsabilidad de ayudarnos unos a otros. Su mirada, era más elocuente que él, pues, me dijo más que lo que verbalizó. Me hizo sentir como si yo fuera quien le estaba dando una lección, con mi sudor, por el fuerte sol de las 11.
Seguí podando la yerba de las aceras de las 2 casas contiguas a la mía, y picando las muchas ramas que, con el tiempo, han ido creciendo y han impedido el uso de esas aceras. Sobre todo, frente a la segunda casa, pues, sus ancianos dueños murieron hace algunos 6 meses, y sus herederos no cuidan la propiedad.
Seguí cortando las ramas de unas hermosas trinitarias, y de reojo observaba al vecino, quien, desde su balcón seguía mirándome. ¡Parecía que hoy quería ayudar! Total, lo había hecho: me conectó mi extensión a su electricidad y su mirada me daba esperanza, pues, sentí que la conducta futura de ese hombre será de ayuda a alguien más. Miré la yerba de su acera y, la vi diferente, pues, siempre la mantiene bonita. Recordé su enfermedad, y, crucé, y en 5 minutos se la pode.
Volvió a salir y me dijo: "tú eres diferente, ¡estoy en deuda!"
"No me debe nada, por favor. ¡Recupérese!", le dije al irme.
¿Realmente, habrá entendido de lo que se trata?