Raúl Carrero. Mis pensares; mi visión.
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TITÍ SE FUE…

7/20/2021

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Se fue ayer, en la tarde; así como el sol, se marchó al atardecer…

…su muerte nos ha dejado, más que llorándola, admirándola.

Aunque marchitada por tanto vivir, se fue brillante, en paz, en tranquilidad, en sosiego, pues, se retiró rodeada del amor de su hija, y su familia.

¡Cómo la brisa que acaricia! Fue mi tía, pero, también mi madrina; y mi segunda mamá. Y en mi hizo su labor y dejó su amor.

No muere quien no se olvida. Y descansa quien vivió en amor. Con esa certeza, le pido su bendición -que ahora será eterna- y la despido.
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Ya luego, quizá al atardecer, escribiré más… pero, sí sepan que, de seguro, sin mi Tití, otro hombre sería, y hoy no tendría la misma alegría…
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¡LOS TURRONES DE COCO: RECUERDOS DE MI NIÑEZ!

6/9/2021

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Mis tíos, Goro y Losa, vivieron muchos años, en «el tira y jala», haciendo estos ricos dulces de cocos… ¡los famosos turrones de coco de Rincón!
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Día a día, se levantaban al amanecer a trabajar.

Tiogo se encargaba de pelar los cocos, cortarlos, sacarle su dura y blanca tripa, molerla, exprimir esa mezcla, y sacar una espesa, blanquísima y rica leche. Lo hacía detrás de la casa, en un pequeño rancho de madera, muy cerca de la cocina.

Losa, mientras colaba el café -literal, pues, lo colaba en un saco de tela- y hacia el desayuno, esperaba esa leche de coco, para comenzar su trabajo. La esperaba en una olla grande, con mucha azúcar, la cual calentaba y meneaba hasta lograr un gigante caramelo. Y mientras aguardaba por «el punto», que solo ella conocía, iba enfriando con mucho hielo un molde de mármol. Cada tirada era una especie de conjuro, que solo ella conocía, para lograr el caliente idóneo y el óptimo frío. De otra forma, se le dañaba su trabajo. ¡Y cuidando la temperatura del día, pues, un tiempo lluvioso y frío, podría afectar sus puntos!

Logrado el punto, vertía el gran caramelo en el mármol frío, y con sus dedos blancos, gorditos y en sus extremos rojos, iba despegando el caramelo del mármol, y lo iba uniendo hasta convertir un rollo, para pasarlo al lado contrario del mármol, que no estaba frío. Ahí esperaba justo el tiempo que ella conocía, y llamaba a Tiogo -a gritos si se le había ido muy lejos-, pues, no había tiempo que perder.

Y ahí, juntos, uno frente al otro, normalmente, ella contra la pared, sin importar si habían chistes, que eran los más, o peleas entre ellos, que también eran muchas, o cotidianas conversaciones entre esposos, o con quien llegaba sin haber sido invitado, pero, siempre recibían con sonrisas, comenzaba «el tira y jala». La punta de Tiogo la cogía Losa, pero, ella le devolvía su lado, y así él se lo devolvía, mientras ella hacía lo propio. Entre tirada y halada, como 8 o 10 minutos después, la viscosa mezcla marrón se convertía en un blanco dulce. Cómo si fuera un gran chicle.

Pero, al lograrlo, tenían que apresurarse a la mesa del comedor, ya que el tiempo era indispensable. Mientras menos se tardaran, más exitosos eran. Si perdían tiempo, la mezcla se endurecía, y se le rompía entre sus dedos. Así que muy rápido, Tiogo cortaba con sus manos la masa, en algunos 6 u 8 pedazos, no recuerdo bien. Y Losa, preparada ya con la futura envoltura de su dulce, estiraba la pasta hasta convertirla en el turrón que ven en la foto. Si había suerte, los niños teníamos el privilegio de echarle las grageas de colores, y ayudar con la envoltura, si tenías su autorización, luego de haber sido entrenado.

A los pocos minutos, la pasta caliente, se endurecía mientras iba enfriando. Era ahí, y solo ahí, que se podían envolver.

Los turrones fueron la vida de Tiogo y Losa. Decir que eras de Rincón te exponía a que te dijeran: ¡de dónde hacen los turrones! Y con orgullo responder: ¡sí, y los hace mi tía!

Los turrones fueron el sustento de su familia y el placer de una infinidad de personas que acudían a diario a comprarlos y llevar a distintos lugares del país y hasta a EEUU.

Aún, hoy, recuerdo las manos rojas de Losa, brillosas por la manteca que se untaba para poder soportar las altas temperaturas de esa masa caliente. Gracias a ese protocolo, y también a su sufrimiento, porque se quemaba, Losa tenía las manos más suaves que me han tocado y acariciado.
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Luego les contaré del arroz blanco que hacía, y del pega’o que lograba, y de las bolitas que te regalaba…

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| UNA TETA FUE PÚBLICA |

2/16/2021

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Les conté de su carácter fuerte. Era buenísima, pero, para comenzar cualquier discusión, ella estaba muy dispuesta.

Les conté, también, que, en su trayectoria profesional está haber administrado una complejo residencial privado en Rincón.

Siempre fue muy buena en lo que hacía, pero, para hacerlo bien, para administrar todo aquel complejo, tenía que ser muy estricta en su función. Ello, no la convertía en un bombón dulce. Muchos, la detestaban.

Residentes de ese complejo, la amaban, le llevaban plátanos, verduras, pasteles, pero, otros, como los que viven al margen de las reglas, resentían su estricto trabajo. Así que esos últimos, le llegaron a hacer algunos piquetes frente a su oficina. Con cartelones y todo.
Sí, pi-que-tes. A Milagros.

Mi abuela Folla decía que si te metías con la chusma, te enredarían en su chusmería. Mi abuela era la changa; directa, sabia. De hecho, Millie, que le decía «Tití» a Folla -como yo le digo a la mamá de Millie- tenía mucho parecido con mi abuela. Millie admiraba a Folla, y Folla la consentía, pero, ambas tenían un carácter muy parecido. Por eso, se amaban tanto.

En fin, ¡dejo a Folla, qué divago!


Entre uno que otro pi-que-te una residente del Complejo, tuvo una reunión con Millie, y parece que la cosa se formó y discutieron. Y la chusma, perdón, la residente, se fue al Cuartel de la Policía y acusó a Millie de haberle alterado su paz, porque se agarró una teta. No se si Millie le dijo: «¿tú quieres que te apruebe eso? ¡esta es!», agarrándose una de sus discretas mamas. Realmente, eso no lo sé. Pero, sí fue un hecho que, la mujer, indignada con la teta, o solo con Millie, o con ambas, la denunció.

¡Y ahí se formó! Ante la denuncia, Millie tuvo que ir al Tribunal a defenderse. Tendría yo 13 o 14 años.

Y todo hubiera pasado como un caso más, sino hubiese sido porque en el oeste, en aquel entonces, existían dos estaciones de TV que le compraban tiempo a Wapa y a Telemundo y tenían sus propias noticias «del oeste» por 10 minutos. A las 5:50, se conectaban, si mi memoria no falla. Es por eso que, por dos semanas, la teta de Millie estuvo en la palestra; expuesta. «¿Es cierto que usted se la agarró?», fue una de las preguntas que Millie tuvo que enfrentar. ¡Embuste! Nunca le preguntaron eso.

Nada, que todo terminó bien para Millie, pues, Millie nunca hizo nada de lo que se le acusó; que fue un invento de la residente, y Millie no fue acusada de nada.
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Pero, fue un buen mal rato, y la publicidad de la teta tuvo efectos muy profundos, más que para Millie, en Tití y Folla, esas dos hermanas impolutas, que por sus hijos eran capaz de arrancarle un ojo a quien fuera. Pero, tampoco pasó nada, no hubo venganzas, ni ojos de nadie en el piso; solo pasaron la vergüenza del momento y rezaron para que nadie recordara nunca más ese amargo suceso. Sin pensar, que hoy, yo estuviera reviviéndolo, en mi empeño por recordar a Millie como una gran mujer, la mejor prima y mejor consentidora del mundo mundial.
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Mañana, enterraremos su cuerpo, pero, no su vida.
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Me llevó a nacer...

2/15/2021

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Millie fue una figura muy importante desde que yo nací. Condujo el carro que llevó a mami a parirme de Rincón a Mayagüez.

Siempre me recordaba que, de camino al Hospital Bella Vista, frente al Colegio de Mayagüez, al carro se le explotó una goma. En la premura, me decía, cambiaron a mami de carro, y ella se quedó resolviendo, junto con Tití.  Eso las atrasó. Yo nací antes de ellas llegar al Hospital.

Me insistía, en cada cumpleaños, que eso fue entre las 10 y 11 de la mañana. No recuerdo si fue sábado. ¡Le he pedido a mami que me lo aclare! De hecho, siempre le he recriminado a mami que nunca ha sabido la hora en que yo nací. Siempre, Mami ha buscado como referencia a Milagros, recordando que la goma explotó como a las 10, así que yo nací «antes de las 11».

En fin, a Millie le repararon la goma y llegó con Tití al Hospital. Cuando pidieron el elevador, me decía, «nene, y abrió la puerta, y ahí venías tú, en una camilla, chiquitito; te llevaban para pediatría».
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Para molestarme, me recordaba que su primera reacción fue decirle a Tití: «¡mami, mira, qué feo, parece un lagartijo!»

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La pizza con Millie...

2/15/2021

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​Reitero la importancia de Millie en mi vida, en mi formación desde niño... no tener hijos no fue un impedimento para ella, al demostrar su amor, al cuidar y al instruir en la formación de sus personas favoritas.

Lo hizo conmigo, con Norberto y Yadira, mis hermanos, también con Carlos Francisco, el hijo de Lizette, su mejor amiga; también, con Camila y con Gabriela, sus dos sobrinas.

Sin embargo, pienso que fue conmigo que tuvo más tiempo, más oportunidad, más espacio. Ella me llevaba a sus trabajos, y me dejaba ayudarla.

Cuando administró un complejo residencial, edificado en Rincón con fondos federales, me dejaba ayudarle sacando copias, recortando papeles, cosas que un niño de 10 años -con ganas e interés- podía hacer.

De ahí, Milagros pasó a trabajar en el Gobierno de PR, como trabajadora social en lo que hoy es la Administración de Servicios contra la Adicción (ASSMCA), que antes se llamaba DESCA, si mi memoria no falla. En DESCA, entre algunas de sus tareas, tenía que trabajar en campamentos que se llevaban a distintas escuelas o comunidades, y a mi me fascinaba ir con Millie a «trabajar». Yo me sentía súper importante, y todo «un conocedor» de cómo ayudar a las personas a no entrar en las drogas.

Pero, en la faceta que más Millie me pulió, fue en el comer, pero, en comer bueno. Le gustaba disfrutar de la rica comida, así que yo me beneficiaba, y con ella visité infinidad de restoranes en distintos pueblos del país. Fueron muchos y ricos.

Sin embargo, mi mayor recuerdo lo tengo en un Pizza Hut que había en Mayagüez, frente al Colegio. Y es que con Millie, no solo comía; ella aprovecha el momento, para enseñarme a cómo comportarme en una mesa, a cómo utilizar los utensilios, y a cómo tomar en copas. Pero, resulta que, en su empeño, se le fue la mano. Y es que ese día, le dio con enseñarme a comer pizza con cuchillo y tenedor. Y me puso el pedazo de pizza, en aquellos platos color marrón que tenía Pizza Hut, que tú los mirabas y veías la infinidad de líneas de cortes y raspazos que le habían hecho 4,000 o 5,000 clientes antes que tú. ¡Ay, cómo divago! Disculpen.

En fin, que Millie me puso la pizza en el plato y me mostró cómo cortarla con caché, y cuando me tocó a mi cortarla, el pedazo resbaló del plato y salió como a 50 millas y cayó en la alfombra, frente al zapato del mesero.
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Siempre que como pizza, desde los 12 años, recuerdo a Millie. Y ese recuerdo, ahora, que ya no está, aumentará y perdurará.

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¡MILLIE, ADIÓS, DESCANSA!

2/14/2021

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Acabas de morir, y ya siento que perdí un eslabón importante de mi vida.

Al enterarme que moriste, se ha activado una cadena de vivencias que no cesan en mi mente... memorias de niño, de grande, de niño de nuevo, de adolescente, de hombre, de hoy, del viernes, de la semana pasada, de toda mi vida. Siempre procuraste ser el resguardo, la protectora, la que me buscaba, la que me exponía, la que me inculcaba, la que pedía el permiso, la que se echaba la culpa, la que me amó y cargó a todos lados.


Millie era mi prima segunda, pero, en teoría, era mi prima hermana, aunque en la práctica, era como mi tía, y en amor, me quería como un sobrino, y me protegía como un hijo.

Para ella siempre fui, Raulito.

Era tan fuerte de carácter, como preocupada por ayudar a quien necesitara. Fue Trabajadora Social, pero, se creía doctora. Era popular hasta la médula, pero, no tanto como el profundo orgullo que sentía de ser rincoeña. No corría ni a la cocina, pero, organizó y desarrolló el evento deportivo más grande de Rincón, y lo hizo nombrar a nivel internacional: el Tríalo Rincoeño.

A donde llegara, llevaba comida, también alegría, y -como no- una que otra discusión, pues, siempre se imponía. Le gustaba jugar. Se pegaba, se pelaba, jugaba, se pelaba, y se volvía a pelar, pero, luego se pegaba, y esa montaña rusa, la entretenía.

Millie fue la suma de muchas cosas, pero, el resultado, su vida, su legado, siempre totalizó amor.

¡Te voy a extrañar, Milagros Josefa!

A todo quién lea estas letras, sepan que se murió, Millie Tillero, de Rincón, una gran mujer.

Y se murió, hoy, 14 de febrero de 2021, que si lo suman les da al 5-2-5.

¡Juéguenle un pesito!

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¡Japi Íster, Melo!

4/1/2018

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“Melo...
Meeloo...
Meeelooo...
Meeeelooo...”, le llamaba ella, casi implorándole, desde su balcón. Y, al unísono, movía sus manos, como la reumatoide se lo permitía.

​“¿Qué pasa?”, gruñía él, desde su silla, desde su casa, mientras complementaba su respuesta, también con sus manos, pero, en señal de pregunta.

“¡Melo, Happy Easter!”, le decía ella con su voz chillona, y le sonreía, mientras movía sus manos, con una alegría inmensa, por cierto, de las más sanas que he visto. Así era ella, así actuaba, pues, lo hacía cómo sabía, cómo vivía. Él, en cambio, le correspondía su felicitación anual con las manos. Así le agradecía. En silencio. Pero, era que ella no podía oírle, desde su balcón, su particular saludo; el que realmente él verbalizaba, desde su silla: un simple “¡Váyase al carajo!”

Ella, alegre por felicitarlo, y ser correspondida, en su fe, volvía a entrar a su casa. Alegre. Y entonces, bebía café.

Así lo atestigüé, año tras año.

​Se querían, pues, sé, que aunque parecía detestarla, la cuidaba. Era gruñón, malhumorado, malhablado, pero, un gran hombre. Para mí, uno de los mejores en mi vida. Era mi abuelo Carmelo. Ella, su cuñada Palma; mi tía. A ambos, los extraño, aunque partieron a la eternidad hace casi 20 años. Su recuerdo, hoy, parece resucitar en mi, aunque los llevo cerca día tras día.

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Podando, pero, reflexionando...

7/31/2017

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Él, al verme, se acercó y me dijo: "¿no se por qué haces eso?; nadie te lo va a pagar". Le respondí que no esperaba nada a cambio, más allá de que todos pudiéramos convivir en un mejor lugar. Lució desconcertado por mi respuesta; más me pareció que no estaba acostumbrado a ayudar o a recibir ayuda.

Hoy, algunos 2 meses después, se me volvió a acercar, y traía en sus manos una negra bolsa. Me dijo: "gracias por lo que haces, yo no puedo ayudarte, pues, no estoy bien de salud -recupero de unas radioterapias que me dieron para combatir un cáncer de próstata, y me bajó la hemoglobina-, pero, toma esta bolsa, y si necesitas otra extensión o conectar esa en mi casa, dímelo. He visto personas hincarse con esas matas, y ya no se puede usar esa acera. ¡Es terrible! ¡Agradezco lo qué haces!, concluyó esperanzado, mientras retrocedió ante mi pedido, luego de agradecerle su gesto. "¡Cuidado con una piedra, voy a seguir!", le advertí.

Él, mi vecino, un hombre de algunas 6 décadas, que no es muy gregario, y posee una mirada y cierta actitud orgullosa, hoy, hablaba conmigo. ¡Algo lo unía! Parecía convencerse de que hay que ayudar sin esperar nada a cambio y que vivir en comunidad nos impone la responsabilidad de ayudarnos unos a otros. Su mirada, era más elocuente que él, pues, me dijo más que lo que verbalizó. Me hizo sentir como si yo fuera quien le estaba dando una lección, con mi sudor, por el fuerte sol de las 11.

Seguí podando la yerba de las aceras de las 2 casas contiguas a la mía, y picando las muchas ramas que, con el tiempo, han ido creciendo y han impedido el uso de esas aceras. Sobre todo, frente a la segunda casa, pues, sus ancianos dueños murieron hace algunos 6 meses, y sus herederos no cuidan la propiedad.

Seguí cortando las ramas de unas hermosas trinitarias, y de reojo observaba al vecino, quien, desde su balcón seguía mirándome. ¡Parecía que hoy quería ayudar! Total, lo había hecho: me conectó mi extensión a su electricidad y su mirada me daba esperanza, pues, sentí que la conducta futura de ese hombre será de ayuda a alguien más. Miré la yerba de su acera y, la vi diferente, pues, siempre la mantiene bonita. Recordé su enfermedad, y, crucé, y en 5 minutos se la pode.

Volvió a salir y me dijo: "tú eres diferente, ¡estoy en deuda!"

"No me debe nada, por favor. ¡Recupérese!", le dije al irme.

¿Realmente, habrá entendido de lo que se trata?
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Haciendo la diferencia: ¡ya son 41!

7/17/2017

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A dos décadas de mi mayoría de edad (ya son 41) aún viven plenamente en mí: la ilusión, la gracia, la aspiración y las metas establecidas por aquel chiquillo que las forjó y que ahora las saborea, más se las replantea de manera plural y en abundancia.

Hoy, celebro feliz siendo quien soy. Rechazo el derroche de pretensiones que nadie entiende, ni goza y me concentro en sentir más que en tener.

En estos tiempos de turbulencia social, en los que reír se confunde con payasería, no diría, ni pensaría, que sin sonreír yo sobrevivir podría.

La confusión que le provoca a muchos el puntilleo de lo bien hecho puede considerarse manía mía, obsesión o quizá pura "maniatiquería". Más, en tiempos en que a la empatía se le llama tontería, me reafirmo en mis valores sin ironía.

¡Vida, cuán exigente e incongruente eres! Aun cuando me estipulaste que "la realidad pesa" me exiges que siga siendo, y también riendo; susurrándome con sabores eso de que: "el arte es un derecho".

Y, con eso, ¿cómo no recargarme de esperanzas y seguir comiendo mucho chocolate?

Me adviertes, con constancia, que la transparencia -y también, hacer la diferencia- parecieran ser dones, pero, que solo se traducen en sermones, de quien aspira a vivir con ilusión, gracia y sin pretensiones. Es esa la ruta que quiero seguir caminando, la que trazó el niño que fui, en la que voy creciendo sin olvidarlo, ni aceptando retraso.

[Relato editado, en la búsqueda del ritmo y la rima por el poeta Ángel Antonio, a quien agradezco.]

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¿Maví?

5/22/2017

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"¿Míster, usted sabe de esos jueguitos que tienen unos casets pequeños?", me dijo, acercándose a la bomba, en su bicicleta, mientras yo echaba gasolina, y me intentó explicar con sus manos el tipo de juego electrónico.

"Desconozco amigo, y no me intentes explicar, pues, no tengo muchachos, y no estoy al día en eso de los juegos...", queriendo cortarle, le afirmé, tajante, pero, sin tratarle mal.

"Debí imaginarlo...", me dijo mirando mi guagua, y pensativo continuó su conversación, "...quien tiene un maquinón así, no puede tener muchachos; ni uno. ¡Imagínese, pampers, escuelas, comida, gastan mucho... tendría un toyotita!", concluyó, como cualquier economista experimentado.

"Así es... ¡Quizá!", le dije.


"¿Paga mucho, verdad?", confrontándome con mis asuntos mensuales. "¿No se tomaría conmigo un maví? Ahí, los hacen bien buenos...", me dejó caer, mientras me señalaba un kiosko típico.


"¿Maví? ¡Eso emborracha, muchacho!", ya queriendo sacármelo de encima, le respondí, mientras, el tanque vacío, no se acababa de llenar.


"Mere, Míster, debería probarlo, y me compra uno. Sucede que el maví es un antioxidante y limpia la sangre. Es bueno para uno. ¡Y con este calor...!", me instruyó, como quien intenta vender un producto.


"Vamos a hacer algo. Yo no quiero maví, pero, deja que esto se llene y yo termine aquí, y verifico si tengo $1, y te lo doy y tú compras tu maví...", le dije.


"Me parece bien...", me respondió.


Y yo: 🙄😳


Termino, consigo el dólar, se lo di, y nos despedimos.


Me pareció que tuve una buena conversación que debí nutrir, pero, ya había dejado pasar la oportunidad.


Olvidé preguntarle su nombre. Parecía un buen muchacho. Casi de mi edad. Obviamente, carente de mis oportunidades. Pero, le percibí potencial. ¡Tenía carisma! Dios permita y le ponga mejores seres humanos que yo; que le ayuden con más de $1, y lo escuchen con detenimiento. Tiene ideas y conoce.


Mientras salía del garaje, lo vi; ¡estaba comprando su maví!
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    Raúl Carrero

    Abogado-Notario

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