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Cuando el pañal del bebé afecta nuestra comunicación…

11/3/2013

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Día a día, las plataformas de comunicación virtual, que nos provee el Internet, como red informática mundial, asumen un rol más protagónico en la vida de muchos. Aun los más resistentes al cambio, se han percatado que les resulta indispensable conocer cómo acceder a estas herramientas y saber manejarlas, para ser parte de ese "mundo", si desean comunicarse más rápida y efectivamente; ello, sin importar que la comunicación que desean es de un nivel informal, o sea, entre familiares o amigos, o aquella que requiere más formalismo, como resulta comunicarse con compañeros de trabajo, hacer negocios con clientes o la que necesitamos para solicitar servicios de un sinnúmero de comercios o, incluso, hasta del Gobierno. Todo ello, sin mencionar el rol que ha asumido este nuevo método de comunicación entre muchas personas que han logrado entablar y desarrollar nuevas relaciones personales con extraños, a quienes de otro modo, muy probablemente, no hubiesen conocido. La relevancia y efectividad que ha adquirido la comunicación virtual por la Internet es de tal grado que muchos la catalogan como similar a la que manejan cotidianamente, de manera personal; otros la catalogan más íntima y hasta más confidencial, en fin, para ellos y ellas, más efectiva.
  
Evidentemente, no hay marcha atrás en el uso de este nuevo método de comunicación, por lo cual, adaptarnos e internalizar su realidad es indispensable. Por eso, las reglas de comportamiento y las normas de urbanismo que utilizamos en una comunicación real, cara a cara, en una relación personal, las tenemos que adaptar con la misma rigurosidad.

Así también, la utilización de una ortografía correcta, la obligatoriedad de manejar los signos de puntuación en nuestros escritos, unidos a una sintaxis coherente -por resaltar las reglas más importantes- son indispensables para comunicarnos de forma efectiva y lograr que nuestros pensamientos no sean malinterpretados o que proyecten un significado distinto al que quisimos enviarle a nuestro receptor o receptores.  Siempre me ha encantado el dicho que dice “mi peor error… fue poner puntos suspensivos donde iba un punto final”. Y recordemos que no tiene el mismo efecto en nuestro mensaje escribir “público” que “publicó”, por ende, ¡tenemos que usar las tildes! Y ni pensar qué pensarían nuestros receptores si olvidamos una triste “l” y escribimos “hablé del púbico” en vez de “hablé del público”. Imagínese “qué feo es leer un mensaje mal escroto”.

Todos sabemos que para que exista comunicación se requiere, al menos, un emisor y un receptor. O expresado de forma más sencilla, que lo que se dijo, escribió o transmitió fue recibido por alguien distinto a uno. Por ello, para que logremos comunicarnos efectivamente por las distintas plataformas que nos brinda el Internet, ya sea privadamente, cuando lo hacemos por correo electrónico, o masivamente, cuando lo hacemos a través de Facebook, Twitter, WhatsApp y cualquier otra herramienta social similar, se requiere que no solo quienes emiten la comunicación tienen que hacerlo con efectividad, urbanismo y mesura, sino que sus receptores, o sea, quienes le lean, deben reaccionarle utilizando las mismas reglas de comunicación, o sea, con el mismo buen trato y respeto.

Cuando la comunicación se torna disfuncional, debemos evaluar qué ha ocurrido con el mensaje, o sea, en qué falló el comunicador o en qué falló el receptor. Todos y todas somos responsables de utilizar efectivamente los nuevos métodos de comunicación que tenemos a nuestro alcance, a través de la Red Informática Mundial, pero estamos obligados a hacerlo, con el mismo criterio que utilizamos al comunicarnos en persona con nuestros receptores, pues de lo contrario estamos dando oportunidad a que una mala comunicación virtual afecte nuestras relaciones personales e incluso las profesionales.

La Internet se ha posicionado a tal grado, que la comunicación que logramos a través de ella, es considerada por muchos, hasta más rápida y efectiva que la personal o la telefónica, y, obvio, que la postal. Las plataformas de comunicación social más utilizadas hoy día, como Facebook y Twitter, son tan beneficiosas que nos permiten interaccionar masiva y simultáneamente, de una manera cotidiana, con distintos tipos de públicos a quienes hemos agregado como “amigos” e, inclusive, sino tenemos parámetros de confidencialidad para nuestra página, se lo comunicamos a quienes encuentran y leen nuestra página, y sin que lo sepamos. O sea, que estos foros de comunicación cibernética nos permiten estar en contacto, a la vez, y públicamente, con diversos tipos de personas, con quienes nos relacionamos de forma distinta, pues con toda probabilidad hemos agregado a familiares y amigos, quizás a compañeros de trabajo -ya sean de similar posición o con nuestros superiores o subordinados-, y tenemos a conocidos, viejos amigos de la infancia con quienes no tenemos afinidad, amigos de amigos, o amigos de parientes, en fin, diversas personas de nuestro entorno, con las cuales en la interacción cotidiana personal no nos comunicamos de igual forma ni con igual estilo. Por ende, en este tipo de comunicación pública-masiva, resulta indispensable que el comunicador y el receptor, utilicen efectivamente la herramienta de comunicación. Esta particularidad, pone de manifiesto la necesidad de comunicarnos propiamente a través de estas herramientas masivas, en las cuales confluyen todos nuestros “amigos” cibernéticos, aunque en el día a día, personalmente, nos relacionamos de una forma muy distinta, con ellos y ellas. El comunicador es quien obviamente establece la pauta, la tónica de sus mensajes, pues está obligado a “dirigir” su mensaje de una forma que le aperciba a sus receptores lo que desea transmitir. Aun así, al hacerlo, no estará exento de conseguir a varios receptores que no reciban el mensaje tal cual lo emitió. Las circunstancias, los estudios, el nivel de inteligencia emocional, las cargas, el bagaje, la experiencia, la profundidad intelectual, por mencionar algunos factores, afectarán la recepción del mensaje que queremos llevar.

Por eso, son muchos los cuidados que debemos tener cuando decidimos comunicarnos virtualmente, de manera masiva y pública. Sin mencionar, que al emitir un comunicado, la plataforma de comunicación, generalmente, nos permite obtener reacciones de nuestro gran y diverso grupo de “amigos”, por lo cual, recibiremos múltiples reacciones, según sea la visión de vida y las circunstancias de ese receptor. De más está mencionar que en este tipo de comunicación pública-masiva, la plataforma social le permite recibir reacciones o “comentarios” de sus receptores, por lo cual, surge una nueva modalidad en la comunicación, en la cual, lo que piense cada cual, será recibido y, por ende, tolerado. Es como si fuésemos una figura pública que pronuncia un mensaje y, al segundo, sus seguidores y/o detractores, se expresan sobre el mismo. Esto es así, ya que un mismo mensaje puede recibir tantas reacciones como “amigos” tengas; con sus cargas y circunstancias. Esto no ocurre, normalmente, en el día a día, cuando en la interacción personal, le expresamos nuestros pensamientos a una o varias personas en una conversación cotidiana, ya que normalmente, en ese escenario, esperarías la reacción de esas personas únicamente, no esperarías la reacción, al azar, de cualquiera de tus “amigos” a quienes no les has hablado directamente, inclusive de un extraño que pasa por tu lado. Por ende, al comunicarte en las redes sociales, tienes que conocer el escenario en el que te desenvuelves, la diversidad de “amigos” que tienes, para saber escoger el tipo de mensaje que deseas comunicar.

En días recientes, fui testigo, una vez más, de cómo el fin de un mensaje comunicado a través del Internet, puede ser trastocado por un mal manejo en la comunicación, en este caso, mal manejado por los receptores. ¡Imagínese usted! ¡Mal manejado por quienes lo recibieron, no por quien lo dijo! Y cómo quizás, sin pensarlo, los distintos receptores, en la interacción que propicia sus reacciones, hasta se llegan a ofenden entre sí por defender o atropellar la idea comunicada.

Ante un comentario expresado en las redes sociales sobre el desagrado y cuestionamiento que me provocaba la actuación (y las razones para dicho accionar) de una persona al tirar en el medio de un estacionamiento de un centro comercial un pañal desechable de un bebé (utilizado por dicho bebé, para agravar el acto despreciado), recibí diversos comentarios de múltiples “amigos”, todos tan distintos, como personas existen en este mundo. Cada uno de los comentarios describía la carga y circunstancia personal de cada emisor, o quizás, era su mecanismo para desplegar la agenda personal que cada cual tiene consigo. Unos culparon al gobernante de turno, otros se mostraron xenofóbicos y concluyeron que era una actitud de los residentes de un pueblo en particular, otros culparon, quizás con certeza, la falta de empatía, de educación y de modales que demuestran muchos ciudadanos. En fin, una diversa gama de reacciones, en muchas ocasiones, inesperadas.

El leer y analizar todos estos tipos de comentarios que recibí de parte de mis receptores, me hizo pensar en el desenfoque en el cual vivimos, y en el mal manejo que le damos a las herramientas de comunicación que la tecnología y la inteligencia de muchos, nos han puesto en nuestras manos. Ello, sin distinción cuando actuamos como emisores o si actuamos como receptores de la comunicación. Al olvidarnos que nos comunicamos de forma masiva y pública, en las redes sociales, nos olvidamos que nuestras letras nos retratan nuestras bondades y virtudes, pero también, nuestras carencias y cargas.

Adaptémonos a los cambios que nos brinda la tecnología y comuniquémonos, no solo con corrección y erudición al escribir, sino con inteligencia emocional sin que nos afecte, el contenido de nuestro mensaje. Hagamos distinción de la herramienta de comunicación que estamos utilizando de forma masiva y pública, para así, no afectar lo que en definitiva vale, la relación que se fundamenta en el calor humano, en el abrazo, en el beso, o en la estrechez de nuestras manos con las de quienes administramos y/o respetamos. Y que nuestras letras no sean armas bruscas que laceran reputaciones y relaciones.
1 Comment
Javier Martinez
11/3/2013 11:51:58 pm

No se que me gustó más. La descripción de amigo entre comillas o el adjetivo de xenofóbico. La interrogante vive.

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    Raúl Carrero

    Abogado-Notario

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